15.12.05

Algunos dibujos antiguos


[Si está buscando ilustraciones o grabados antiguos, haga click aquí.]


He pensado mostraros otra faceta de mi personalidad, aunque casi sería mejor añadir «de hace diez años». Hace mucho que no dibujo nada, pero el martes mi hermana me regaló una caja de pasteles al óleo... Era un mensaje: «Vuelve a dibujar». Así que voy a tener que ponerme otra vez manos a la obra, al menos hasta que los gaste.

Hay que practicar mucho; no es como andar en bicicleta. Si no se practica, la habilidad se va perdiendo. Yo he perdido bastante “mano”; a veces veo mis dibujos de hace años y me sorprendo a mí mismo (¿yo hice eso?). Estos son unos pocos que colgué hace años en la WWW (siempre recurro a ellos por no ponerme a escanear; soy un vago, qué se le va a hacer), con diferentes técnicas:

La máscara de la Muerte RojaAlbert
Lauren BacallLucy Westenra en «Dracula»

9.12.05

Camisetas de la TerSa (2)


Desde el principio, quise hacer el logotipo de la TerSa en blanco y negro. La mejor opción para el color de las camisetas, claro, era el negro. Hay cierta tradición en el fandom de portar barriga, gafas de pasta, perilla o barba y camiseta negra con algún motivo friqui. Y a mí sólo me faltaba la camiseta negra (las gafas las llevo sólo en casa, eso sí).

Los planes iban estupendamente. Calculé que se harían unas 10 camisetas (calculé mal; serán el doble) y ya me imaginaba a todos los tertulianos con la camiseta negra diseñada por mí...

¡Mi gozo en un pozo! Es lo malo de no dominar el mundo, que enseguida surgen discrepancias.

Nacho quería una camiseta de color.

—¿Qué color?
—Azul 4 Fantásticos.

Condensé en un microsegundo el Muero por dentro de Silverberg y asentí resignado. Ya me imaginaba al comercial de la serigrafía hablando con el encargado:

—Me han pedido un azul especial.
—A ver, qué azul es ese.
—4F.
—¡Coño, no me lo des en hexadecimal!
—No, es que...
—A ver que lo convierta. Vale, 79. ¡Pero si es un rojo!
—Es que...
—¿Pero cómo has cogido el pedido?
—Es que...
—¡Anda, averigua el Pantone y no vuelvas hasta saberlo!

Luego Nacho se fijó en la birra que tenía delante y exclamó:

—¡Y la otra, verde botella!
—Yo la quiero de ese tono —pidió Egwene señalando la camisa verde niebla de Vicente.
—¡Ah! —exclamó el Peras—, ¿se puede elegir color?

Resultado: vamos a parecer una carroza del Día del Orgullo Friqui, cada uno a su bola. En fin... ¡Al menos no me han pedido que el logo vaya a juego!

URI (asomando la cabeza): Oye, el logo este, ¿no podría ir a juego?

United Colors of TerSa:

Nacho IllarreguiNacho Illarregui
EgweneEl Peras
Marc R SotoFriqui estándar

2.12.05

Camisetas de la TerSa (1)


Una de las mejores cosas del curso de diseño gráfico al que estoy asistiendo es poder contar con la experiencia del profesor, Daniel, un tipo curtido en el campo de las artes gráficas, para mis asuntos particulares. Por ejemplo, me ha echado una mano con mis actuales friquitareas, dándome consejos sobre el modo de preparar el diseño de la Tertulia Fantástica de Santander, la TerSa, para ser serigrafiado en unas camisetas.

Prácticamente he tenido que rehacerlo entero, pero merecerá la pena siempre que haya que reproducirlo. Antes estaba lleno de “porquería”... Ahora sí que está como tiene que estar:

El texto convertido a curvas; esta vez no olvidé la dirección de la webLa cuna donde sobreimprimir el resto de elementos del logo, para evitar líos de registro
El monograma, negro al 70%Sombras horizontales, negro al 50%
Sombras verticales, negro al 30%

5.11.05

Nuevo "banner" para la IberCon


Los organizadores publicaron el programa de actos en la víspera del congreso; ¿me criticará alguien por hacerle un banner cuando ya ha terminado? :-))


Igual sirve para el año que viene, si se repite la IberCon en Vigo... :-))

¡La IberCon ha muerto! ¡Viva la CosmosCon!

13.10.05

Condiciones de "copyright"...


Releyendo un viejo relato de Antonio Ortiz Carrasco en el que aparezco como personaje (dentro de su jocoso serial Amanecer albiceleste), he encontrado esta irónica cita de un texto mío, que yo había olvidado. Me ha hecho bastante gracia, aunque esté mal que yo lo diga. :-))

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita y sellada con sangre humana de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en el Código de Hammurabi, la reproducción parcial, total, en porciones, en lonchas, a cachitos pequeñitos, con mahonesa o con mostaza de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía, el grabado en obeliscos, el tratamiento informático, el tam-tam en cinta casete y la fotografía de señales de humo y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos sin suplicar de rodillas y con un polvorón en la boca (con azúcar glace) a los titulares del Copyright (ya saben quiénes).

© Jean Mallart

¡Ya sabéis! :-D

30.8.05

Reparar libros dañados (I)


Rústica

Antes, los libros en rústica no estaban pensados para perdurar. Eso está cambiando poco a poco, afortunadamente (aunque a costa de un aumento de los precios). Las cubiertas de frágil cartulina dan paso, poco a poco, a papel laminado con capas de PVC atóxico, antiarrugas, resistentes, duraderos y lavables; las colas utilizadas para pegar la cubierta al libro son cada vez mejores, más flexibles y perdurables; el papel tiene menos proporción de pulp y cada vez se recurre más al cosido en los formatos medianos (Bibliópolis, por ejemplo), en detrimento del fresado y encolado de hojas sueltas.

Pero muchos aficionados al género fantástico nos vemos “forzados” a menudo, por la escasa oferta y la infrecuencia de las reediciones, a comprar libros viejos, de segunda mano, para llenar nuestros estantes. (Los asiduos de las bibliotecas públicas que no sienten esa compulsión por encontrar alimento para The Pila --ese monstruo voraz, competidor ecológico de novias y trabajos--, que no atesoran libros en sus casas hasta que no queda sitio para más estanterías y entonces empiezan a trasladar lo que no sea de género fantástico al garaje, empezando por la carísima y obsoleta enciclopedia del salón..., pueden darse por no aludidos.)

Problemas que se suelen encontrar: Cubierta rasgada por las uniones con el libro (tiene diversas soluciones, bastante sencillas, dependiendo de su estado), cubierta despegada (fácil de solucionar), libro partido por el lomo (no tan fácil como parece; requiere cirugía mayor), errores de encuadernación (pasa a menudo en saldos; requiere cirugía mayor), burbujas de aire entre la cubierta y el lomo (sencillo de solucionar).

Hoy empezaremos con los lomos partidos.

Caso 1: Cubierta en rústica, libro fresado y encolado.

Recientemente, en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, conseguí Muerte de la luz, de George R. R. Martin, en edición de Edhasa (Nebulae Ciencia Ficción nº 38), por 5 euros. No es barato, creedme; el libro estaba en un estado lamentable. Hace cinco años se habría vendido por un euro. En fin.

Es una edición de bolsillo muy básica, de 1979; es difícil que pudiera abaratarse más (difícil, no imposible). Cubierta de la cartulina más simple, sin estuco, sin la menor protección (ni siquiera una capa de barniz, no hablemos ya de laminarla), en tres colores básicos (sin contar con el blanco del papel, rojo, azul y negro) libro fresado y encolado, papel pulp, letra pequeña. Un punto positivo: los blancos (bordes de las páginas sin imprimir) no son tan pequeños como llegarían a ser poco después (recordad los Ultramar de bolsillo a mediados de los 80, en pleno apogeo de la crisis papelera), lo cual puede ser estupendo si se hace necesario rebajar los bordes.

Después de 26 años, la cubierta estaba muy deteriorada, doblada, blanda por el continuo sobeteo, rayada y destintada (Edhasa no usó barniz ni laminaron la cubierta, omisión habitual a finales de los 70 y principios de los 80 en este tipo de ediciones de bolsillo, para abaratar el coste), desgastada por el lomo en cabeza y pie (arriba y abajo). Además, el lomo estaba partido por debajo de la cubierta, en dos sitios. Esto ocurre porque a) la cola va perdiendo propiedades con el tiempo y se vuelve rígida y quebradiza, b) porque es de mala calidad y se vuelve rígida y quebradiza demasiado pronto o b) porque no es la más adecuada para pegar libros y se vuelve rígida y quebradiza nada más fraguar (otra vez Ultramar).

Necesitamos: Cola blanca para papel (preferentemente de la que se utiliza en imprentas offset; la cola blanca para carpintería también vale, siempre que sea flexible); pegamento de contacto flexible, tipo Supergen (si lo tenéis transparente, mejor, aunque no es imprescindible); una tira de pegatina blanca de 25x5 cm; agua; un pincel de cerdas del número 8 (aproximadamente) y una brocha pequeña (no más de 5 centímetros de anchura); una prensa (vale con dos listones de madera y un par de sargentos o mordazas) y un recipente para la cola.

1. En un recipiente haremos un cóctel de cola blanca y agua (mezclado, no agitado) al 50%, cola light. :-)

2. Se separa la cubierta del libro, con cuidado, usando la punta de una navaja afilada o un bisturí (yo tengo un juego para montaje de fotolitos que uso para estas cosas).

3. La parte interior de la cubierta, en la zona del lomo, tendrá probablemente laminillas o virutas de papel sueltas, o trozos de cola endurecida. Hay que retirar la cola que pudiera quedar adherida y luego, con el pincel mojado en cola light, alisar la superficie cuidando de no salirse del lomo. Una vez seco, adaptaremos la tira de pegatina al tamaño del lomo, dejando que sobresalga un centímetro por cada lado. A continuación, con cuidado, recuperaremos los dos dobleces verticales de la cubierta. Una manera segura de hacerlo es marcar la línea previamente con ayuda de una regla y una punta roma (yo le guindé una aguja de hacer ganchillo a mi madre y va de fábula).

En este caso, la cabecera y el pie del lomo estaban bastante deteriorados. Tras pegar la tira de refuerzo, por el exterior se veía asomar el lado adherente. Hay varias maneras de afrontar esto; yo me he decidido por la más radical, teniendo en cuenta el estado general de la cubierta: recortar con unas tijeras siguiendo la forma del borde.

Hay soluciones más complicadas y laboriosas. En el futuro, pretendo reemplazar la cubierta por una nueva, “pirateada”, impresa de nuevo en flamante cartulina especial, así que no me he molestado demasiado.

Hay que apretar bien la pegatina y recortar lo que sobresalga.

4. El libro. Hay que procurar retirar toda la cola vieja. Lo mejor, como está fresado y encolado, es ir arrancando “libritos” de 10 o 15 hojas (con cuidado de no rasgarlas); luego se arrancan las hojas (idem), retirando los trocitos de pegamento viejo que pueda quedar adherido a ellas. Una vez separadas y ordenadas (cuidado con esto) se airean y alinean bien.

5. Se coloca el libro en la prensa (dos listones de madera apretados con sendos sargentos), con el lado del lomo sobresaliendo unos centímetros (cuidando de que los bordes estén bien alineados y en un ángulo de 90 grados), bastante prieto (fig 1).

6. Se dobla el libro hacia un lado para escalonar las hojas y se aplica cola light con la brocha, teniendo cuidado de no manchar (fig 2). Luego se encola por el otro lado (fig 3). Para terminar, se vuelve a erguir las hojas y se aprietan bien a todo lo largo del lomo (fig. 4), con paciencia, prestando atención a las hojas exteriores para que no queden sueltas. Luego podéis usar unas pinzas de plástico (nunca de madera) para mantener el libro unido.




















7. Una vez seco el lomo, ya se puede sacar de la prensa. Es el momento de unir el libro a su cubierta. Con cuidado de no salirse y no manchar, aplicaremos el pegamento de contacto en la parte del lomo del interior de la cubierta. No hace falta mucho; basta con una capa no demasiado fina. Luego aplicamos pegamento de contacto sobre el lomo del libro, cuidando que penetre bien; aquí podemos usar más, pero tampoco hay que pasarse.

Hay que consultar las instrucciones del pegamento. La inmensa mayoría exigen un tiempo de secado de ambas partes antes de unirlas. Normalmente es de un cuarto de hora.

8. Ahora llega el momento de la verdad. ¡Atención! ¡Cuidado con no colocar la cubierta al revés! Parece una tontería pero ya me ha pasado un par de veces y mis juramentos se podían oír desde el pueblo vecino. Pegar con mucho cuidado para que encaje bien. Luego conviene golpear una superficie firme y lisa con el canto del libro, para “asentarlo”.

9. Si os ha quedado muy desigual, siempre podéis ajustar los bordes con una guillotina; preguntad en una imprenta a ver si os pueden hacer el favor de rebajar un poquito los bordes. :-))

10. Aconsejo dejar pasar al menos 48 horas antes de abrirlo para leer.

16.2.05

¡Dibujos antiguos quiero...!


¿Quieren dibujos antiguos, eh? Pues aquí hay.

Es curioso. Hay que ver la cantidad de gente que entra en este blog buscando «dibujos antiguos». ¿Qué buscan exactamente? Es difícil saberlo. Supongo que todo tipo de ilustraciones anteriores a la I Guerra Mundial, no sólo dibujos propiamente dichos sino grabados al aguafuerte, en madera, litografías, etc. Probablemente, cuando llegan aquí y se encuentran con mis garabatos de hace diez años, echan el vistazo justo para ver que no es lo que quieren y se van.

Pues bien. Aquí hay «dibujos antiguos», que lo sepan. Concretamente, en la entrada dedicada a La Littèrature fantastique & terrible, de Gaston Deschamps, publicada el 28 de septiembre de 2005. La he editado para corregir un enlace. A quienes leyeron la entrada en su momento les comunico, por cierto, que ya pueden descargarse el documento PDF con el artículo que le da título, cosa que mi despiste ha impedido hasta ahora. A quienes no lo hayan hecho, les animo a intentarlo ahora. Sobre todo si buscan un maquetista y no saben a quién contratar. 0:-)

Para ahorrarles trabajo, en la siguiente entrada pondré esos grabados y procuraré ir actualizándola en los tiempos venideros...

También hay (se me había olvidado; qué cabeza la mía) en otra entrada titulada The Fantastic in Art and Fiction, por cierto, una de las colecciones de “dibujos antiguos” más curiosa que he visto últimamente, con fondos de la Universidad de Cornell.

Trasteando en 2D (II): Coloreando a Adam Hughes


Desde hace unos días, mi nuevo hobby es colorear a los maestros del cómic, como hacía de pequeño con los tebeos en B/N de Los Cuatro Fantásticos que me leía en la tienda del abuelo, pero un poco mejor y con otras herramientas. Los plastidecor han dejado paso a Photoshop.

He empezado con Adam Hughes, uno de mis favoritos. Primero coloreé unos lápices suyos para una portada de Wonder Woman; fue sencillo, porque las sombras estaban ya en el original. Pero el Lobezno que os traigo hoy me ha costado un poco más, porque estaba en blanco y negro puros y duros, sin tonos intermedios, y aquí las sombras hay que “inventárselas”.

Profesionales: sed indulgentes, que es mi segundo coloreado sobre binivel. :-))

Bitono
RGB by Jean Mallart

¿Por qué amarillea el papel?

En los foros de comic y literatura se ha planteado más de una vez la cuestión. ¿Por qué amarillea el papel de algunos libros, comics, etc., con el paso del tiempo? Un colega lo preguntó en es.rec.ficcion.misc y ahí estaba yo, que acababa de adquirir ese conocimiento gracias a mi maestro de artes gráficas, para contestarle.

Es algo bastante normal, por desgracia (me refiero a la degradación del papel, no a resolver las dudas de mis contertulios, cosa que hago siempre con placer).

Nuestro material impreso puede adquirir con el tiempo un tono amarillento que, para colmo de males, suele variar con los años, volviéndose pardusco, cada vez más oscuro y desagradable. Además de su blancura, el papel va perdiendo también flexibilidad y resistencia, tornándose frágil y quebradizo, como una hoja de arce caída en el camino del bosque durante el otoño...

[Ya estoy poniéndome poético otra vez. Perdón.]

La clave está en el modo de obtener la materia prima necesaria para fabricarlo. La composición del papel varía según su tipo y calidad, pero la base es siempre la misma: todo papel, desde el “Elefante” que usan los masoquistas con hemorroides hasta el de los billetes de 500 euros que nunca he visto, está compuesto principal y fundamentalmente de celulosa.

Pero no todos los papeles, si os fijáis, amarillean igual. Unos aguantan mejor que otros. Es más: algunos papeles de gran calidad, como los que se utilizan para la firma de tratados internacionales, por ejemplo, no amarillean.

Lo que marca la diferencia es el modo de conseguir la pasta de celulosa con que se fabrica el papel. Hay, básicamente, dos clases: pasta mecánica y pasta química.

El papel de pasta mecánica es el famoso pulp, obtenido al reducir a pulpa trozos de madera de eucalipto, pino, etc., por procedimientos mecánicos (dándole ”caña”). La madera es triturada y machacada hasta que se separan las fibras de celulosa necesarias para hacer el papel. Esta pasta tiene un alto contenido de lignina, una sustancia presente en la madera.

El papel de pasta química se fabrica sometiendo a la madera a sustancias químicas que la reducen también a pulpa pero al mismo tiempo la “depuran” de lignina, dejando sólo la celulosa.

Por tanto, el papel de pasta mecánica tiene un alto contenido de lignina, mientras que el de pasta química carece de ella.

La lignina es un polímero orgánico que está presente, unido a la celulosa, en los vegetales leñosos. Esta sustancia desempeña otras funciones esenciales para la vida de este tipo de plantas pero, sobre todo, proporciona rigidez a las paredes de las células que forman el tejido arbóreo, otorgándole una notable resistencia a los impactos, la compresión y la flexión (traducción: es lo que proporciona solidez a la madera; sin la lignina, no habría vegetales de más de dos metros de altura). Además, los tejidos vegetales lignificados resisten mejor el ataque de los agentes patógenos.

Cuando el papel amarillea, es por culpa de la lignina.

Expuesta al aire y a la luz solar, la lignina presente en el papel de pasta mecánica sufre una transformación; se vuelve menos estable y aumenta su capacidad para absorber luz, por lo que adquiere un tono más oscuro (fijaos que las páginas de los libros siempre amarillean primero por los bordes; por ahí se cuelan más el oxígeno y la luz). Además, el papel se vuelve quebradizo (recordad que la lignina es la que aporta resistencia y rigidez a la madera; al degradarse, pierde cualidades).

Mezclando ambas pastas en diferentes proporciones, se obtienen muchos tipos de papel de distintas calidades y, claro está, con diferentes niveles de lignina. Cuanto mayor sea la proporción de pasta mecánica, rica en lignina, más propenso a degradarse será el papel. Y al revés: a más pasta química, menos lignina y menos degradación.

Naturalmente, el papel de pasta mecánica es notablemente más barato que el de pasta química.

A veces, cuando el papel para imprimir se acaba, no hay más remedio que seguir imprimiendo con un papel diferente. Si se puede elegir entre dos de similar apariencia, se elegirá el más barato, claro está. :-)) A primera vista puede parecer igual que el que se ha estado usando, pero el tiempo acaba revelando la verdad. Al oscurecerse a ritmos diferentes, la diferencia de calidad de los papeles utilizados resulta evidente en los bordes del volumen.

Los amantes del fantástico y del comic sufrimos bastante los inconvenientes de la presencia de lignina en el papel de nuestros queridos ejemplares.

Los editores de aquí, con sus pequeñas tiradas, tan típicas del mundillo fantástico español, tienden a tirarse a por el papel más cutre para compensar en cierta medida los elevados gastos fijos de la edición (maquetación, filmación de fotolitos, etc.).

Por otra parte, sobre todo a raíz de la crisis de precios de mediados de los ochenta, los comics se han venido imprimiendo en un papel muy cutre, con alta proporción de pasta mecánica en su composición. Quizá tenga algo que ver la percepción que de sus propios productos tenían los industriales del ramo: el comic era considerado como un producto de usar y tirar. Esto ha mejorado en muchos casos, pero cuando la tirada es pequeña la tentación de abaratar costes es demasiado fuerte.

Para evitar la degradación de vuestras colecciones, amiguitos, es importante que las protejáis de la luz solar directa y del aire (tampoco está mal controlar la humedad, añado, aunque no tenga relación con la lignina).

Además, como me hizo notar con agradecimiento el dibujante Javier Sánchez Aranda, si sois artistas es importante que tengáis en cuenta la lignina a la hora de elegir el papel. Para vuestros originales y reproducciones de calidad, pedid siempre papel de pasta química.

Novel, novella, novelette, story...


Como me ha recordado Ignacio Egea, hace cuatro años hice una pequeña investigación para un amigo de es.rec.ficcion.misc, el foro de Usenet sobre género fantástico. En su mensaje, el bueno de Manuel Marqués (que así se llama este gran compañero de newsgroup al que añoramos todos [ya no postea, por desgracia]), preguntaba por el significado exacto de varios términos ingleses relacionados con el mundo editorial: novel, novella, novelette, story... O, más precisamente, a qué extensión corresponde cada uno de esos términos que designan, como la mayoría de lectores sabréis, distintos tipos de narración según número de palabras.

Como Marqués preguntaba por los términos ingleses, mi explicación se orientó al ámbito anglosajón. Hela aquí:

* * *

Según la SFWA (Science Fiction Writers of America):

Short Story: menos de 7.500 palabras.
Novelette: entre 7.500 y 17.500 palabras.
Novella: entre 17.500 y 40.000 palabras.
Novel: 40.000 palabras o más.

No son medidas fijas. The Scriptorium, una página de recursos para escritores, utiliza unas parecidas pero no iguales:

Novel: Entre 45.000 y 150.000 palabras.
Novella/Novelette: Entre 7.000 y 40.000 palabras. Estos términos son empleados a menudo indistintamente, aunque las novellas tienden a ser más largas que las novelettes.
Short Story: Aproximadamente entre 2.000 y 7.500 palabras.
Short Short: Menos de 2.000 palabras.
Flash Fiction: También conocido como sudden fiction o micro fiction. Por debajo de 1000, 500, o incluso 99 palabras, dependiendo del mercado o las directrices de cada editorial (editorial guidelines o writer’s guidelines).

Ya veis que hay más clasificaciones aparte de las que define la SFWA.

Hay una obra de consulta muy influyente en EE.UU, A Handbook to Literature, de William Flint Thrall y Addison Hibbard, que establece diversas medidas para cada categoría. Aquí tenéis un artículo bastante interesante en el que se trata este asunto de las longitudes en literatura; está muy bien porque da una idea de lo arbitrario que es todo.

Según el artículo, tenemos:

Short story (cuento) - Entre 500 y 15.000 palabras; entre 12.000 y 15.000 se considera long short story (es decir, cuento largo). El mencionado manual indica que una novelette es «más larga que un cuento y más corta que una novela» (novel). Luego define para short novel una longitud de entre 15.000 y 50.000 palabras. Al autor del artículo le parece poco preciso, de modo que prefiere la definición del novelista John Gardner, para quien una novella debe tener entre 30.000 y 50.000 palabras. Las novels tienen más de 50.000 palabras, de acuerdo con diversas fuentes, que incluyen el manual ya citado y al escritor E. M. Forster, que dijo en 1927: «Toda obra en prosa de ficción que supere las 50.000 palabras será [considerada] una novela» (novel).

Hay una serie de términos que son virtualmente intercambiables: novella, novelette, nouvelle y short novel, pero no hay confusión que no resuelva la guideline, el documento con las directrices editoriales que cada casa tiene establecidas; los editores siempre dejan claro qué entienden ellos por cada cosa.
 
Esto de las directrices varía bastante y es muy importante para el autor estar “al loro”; siempre se recomienda enterarse de las directrices editoriales del medio al que se va a enviar un trabajo. En la mayoría de estos documentos, a modo de guía de instrucciones, se especifica incluso el método que se debe emplear para el recuento de palabras, a fin de que luego no haya problemas por unos dólares de más o de menos.

Un ejemplo es la guideline de Ellery Queen’s Mystery Magazine, una revista de misterio que trabaja casi con todo tipo de formatos, aunque su longitud preferida es de entre 2.500 y 8.000 palabras. Trabajan desde short novels (unas 20.000 palabras) hasta minute stories, de 250 palabras o menos. (Por cierto, esta revista paga entre 5 y 8 centavos por palabra.)

Existen sitios en la WWW donde se pueden consultar las guidelines de numerosas publicaciones. Por ejemplo, la Magazine Guidelines Database o el Writer’s Guidelines Directory. Así se puede enterar uno de cómo enviar un relato a Asimov’s Science Fiction o Analog, por poner dos ejemplos apetecibles de “la cosa nostra”.

* * *


 
Nota sobre el recuento de palabras: De la página ya mencionada, The Scriptorium, he traducido (a toda prisa) un texto que explica algunos de los métodos más conocidos. Obviamente, son válidos para textos en lengua inglesa, pero en español no debe de cambiar demasiado la cosa. Aprovecho para señalar que es una lástima que este tipo de material no se pueda encontrar en la red de habla hispana. A ver si alguien se anima. Bueno, ahí va:

«La mayoría de las obras de ficción se definen, en primer lugar y ante todo, por el número de palabras que contienen. Hay varias maneras de calcular el recuento de palabras, con diferentes ventajas y desventajas.

»Recuento del procesador de textos: Es el número que tu procesador de textos proporciona cuando le pides que realice un recuendo de palabras en tu documento. Es el modo más rápido y fácil de obtener un número, pero ojo: No todos los procesadores de texto están de acuerdo en qué es una palabra o como contarlas, y no todos los editores aceptan un recuento obtenido de ese modo. Además este método puede darte menos de lo debido, dependiendo de lo que tu procesador de textos entiende por una palabra. Se suele utilizar como una guía preliminar.

»Recuento por cálculo: No, no hace falta contar cada palabra para obtener ese número. Lo que se hace es contar los caracteres que hay en una línea normal, dividir ese número entre seis, contar el número de líneas de una página normal, multiplicar esos dos números, y multiplicar el resultado por el número total de hojas (incluyendo las que sólo están escritas parcialmente) para conseguir el número total de palabras. Redondea las centenas y... voilà!, tu recuento de palabras. Como estás contando caracteres y líneas, el espaciado y el tamaño y tipo de letra no importan. Esto se acepta generalmente como el método estándar para calcular el recuento de palabras de un documento.

»Recuento por cálculo (forma abreviada): Es la manera más fácil de obtener un recuento de palabras estándar, pero requiere que se den ciertos supuestos. Primero, debes usar una fuente de tipo Courier, con un cuerpo 12 aproximadamente, doble espacio y un margen de una pulgada alrededor de todo el folio. De todos modos, este es el formato estándar para enviar un manuscrito, así que no debería suponer ningún problema. Con este plan, puedes calcular unas doscientas cincuenta palabras por página, sencillamente las mismas que salían antaño cuando usábamos máquinas de escribir. Multiplica el número total de páginas por 250, incluyendo las escritas parcialmente, y ya tienes tu recuento. Deberías acercarte mucho al número obtenido mediante el segundo método, sin tanto contar letras y líneas.»

Ojo con el tercer método también, puesto que las palabras inglesas suelen ser de longitud algo más regular que las del castellano; no sé si funcionará bien en nuestro idioma; sería cuestión de probar a ver qué media sale. [VOLVER ARRIBA]