16.2.05

¡Dibujos antiguos quiero...!


¿Quieren dibujos antiguos, eh? Pues aquí hay.

Es curioso. Hay que ver la cantidad de gente que entra en este blog buscando «dibujos antiguos». ¿Qué buscan exactamente? Es difícil saberlo. Supongo que todo tipo de ilustraciones anteriores a la I Guerra Mundial, no sólo dibujos propiamente dichos sino grabados al aguafuerte, en madera, litografías, etc. Probablemente, cuando llegan aquí y se encuentran con mis garabatos de hace diez años, echan el vistazo justo para ver que no es lo que quieren y se van.

Pues bien. Aquí hay «dibujos antiguos», que lo sepan. Concretamente, en la entrada dedicada a La Littèrature fantastique & terrible, de Gaston Deschamps, publicada el 28 de septiembre de 2005. La he editado para corregir un enlace. A quienes leyeron la entrada en su momento les comunico, por cierto, que ya pueden descargarse el documento PDF con el artículo que le da título, cosa que mi despiste ha impedido hasta ahora. A quienes no lo hayan hecho, les animo a intentarlo ahora. Sobre todo si buscan un maquetista y no saben a quién contratar. 0:-)

Para ahorrarles trabajo, en la siguiente entrada pondré esos grabados y procuraré ir actualizándola en los tiempos venideros...

También hay (se me había olvidado; qué cabeza la mía) en otra entrada titulada The Fantastic in Art and Fiction, por cierto, una de las colecciones de “dibujos antiguos” más curiosa que he visto últimamente, con fondos de la Universidad de Cornell.

Trasteando en 2D (II): Coloreando a Adam Hughes


Desde hace unos días, mi nuevo hobby es colorear a los maestros del cómic, como hacía de pequeño con los tebeos en B/N de Los Cuatro Fantásticos que me leía en la tienda del abuelo, pero un poco mejor y con otras herramientas. Los plastidecor han dejado paso a Photoshop.

He empezado con Adam Hughes, uno de mis favoritos. Primero coloreé unos lápices suyos para una portada de Wonder Woman; fue sencillo, porque las sombras estaban ya en el original. Pero el Lobezno que os traigo hoy me ha costado un poco más, porque estaba en blanco y negro puros y duros, sin tonos intermedios, y aquí las sombras hay que “inventárselas”.

Profesionales: sed indulgentes, que es mi segundo coloreado sobre binivel. :-))

Bitono
RGB by Jean Mallart

¿Por qué amarillea el papel?

En los foros de comic y literatura se ha planteado más de una vez la cuestión. ¿Por qué amarillea el papel de algunos libros, comics, etc., con el paso del tiempo? Un colega lo preguntó en es.rec.ficcion.misc y ahí estaba yo, que acababa de adquirir ese conocimiento gracias a mi maestro de artes gráficas, para contestarle.

Es algo bastante normal, por desgracia (me refiero a la degradación del papel, no a resolver las dudas de mis contertulios, cosa que hago siempre con placer).

Nuestro material impreso puede adquirir con el tiempo un tono amarillento que, para colmo de males, suele variar con los años, volviéndose pardusco, cada vez más oscuro y desagradable. Además de su blancura, el papel va perdiendo también flexibilidad y resistencia, tornándose frágil y quebradizo, como una hoja de arce caída en el camino del bosque durante el otoño...

[Ya estoy poniéndome poético otra vez. Perdón.]

La clave está en el modo de obtener la materia prima necesaria para fabricarlo. La composición del papel varía según su tipo y calidad, pero la base es siempre la misma: todo papel, desde el “Elefante” que usan los masoquistas con hemorroides hasta el de los billetes de 500 euros que nunca he visto, está compuesto principal y fundamentalmente de celulosa.

Pero no todos los papeles, si os fijáis, amarillean igual. Unos aguantan mejor que otros. Es más: algunos papeles de gran calidad, como los que se utilizan para la firma de tratados internacionales, por ejemplo, no amarillean.

Lo que marca la diferencia es el modo de conseguir la pasta de celulosa con que se fabrica el papel. Hay, básicamente, dos clases: pasta mecánica y pasta química.

El papel de pasta mecánica es el famoso pulp, obtenido al reducir a pulpa trozos de madera de eucalipto, pino, etc., por procedimientos mecánicos (dándole ”caña”). La madera es triturada y machacada hasta que se separan las fibras de celulosa necesarias para hacer el papel. Esta pasta tiene un alto contenido de lignina, una sustancia presente en la madera.

El papel de pasta química se fabrica sometiendo a la madera a sustancias químicas que la reducen también a pulpa pero al mismo tiempo la “depuran” de lignina, dejando sólo la celulosa.

Por tanto, el papel de pasta mecánica tiene un alto contenido de lignina, mientras que el de pasta química carece de ella.

La lignina es un polímero orgánico que está presente, unido a la celulosa, en los vegetales leñosos. Esta sustancia desempeña otras funciones esenciales para la vida de este tipo de plantas pero, sobre todo, proporciona rigidez a las paredes de las células que forman el tejido arbóreo, otorgándole una notable resistencia a los impactos, la compresión y la flexión (traducción: es lo que proporciona solidez a la madera; sin la lignina, no habría vegetales de más de dos metros de altura). Además, los tejidos vegetales lignificados resisten mejor el ataque de los agentes patógenos.

Cuando el papel amarillea, es por culpa de la lignina.

Expuesta al aire y a la luz solar, la lignina presente en el papel de pasta mecánica sufre una transformación; se vuelve menos estable y aumenta su capacidad para absorber luz, por lo que adquiere un tono más oscuro (fijaos que las páginas de los libros siempre amarillean primero por los bordes; por ahí se cuelan más el oxígeno y la luz). Además, el papel se vuelve quebradizo (recordad que la lignina es la que aporta resistencia y rigidez a la madera; al degradarse, pierde cualidades).

Mezclando ambas pastas en diferentes proporciones, se obtienen muchos tipos de papel de distintas calidades y, claro está, con diferentes niveles de lignina. Cuanto mayor sea la proporción de pasta mecánica, rica en lignina, más propenso a degradarse será el papel. Y al revés: a más pasta química, menos lignina y menos degradación.

Naturalmente, el papel de pasta mecánica es notablemente más barato que el de pasta química.

A veces, cuando el papel para imprimir se acaba, no hay más remedio que seguir imprimiendo con un papel diferente. Si se puede elegir entre dos de similar apariencia, se elegirá el más barato, claro está. :-)) A primera vista puede parecer igual que el que se ha estado usando, pero el tiempo acaba revelando la verdad. Al oscurecerse a ritmos diferentes, la diferencia de calidad de los papeles utilizados resulta evidente en los bordes del volumen.

Los amantes del fantástico y del comic sufrimos bastante los inconvenientes de la presencia de lignina en el papel de nuestros queridos ejemplares.

Los editores de aquí, con sus pequeñas tiradas, tan típicas del mundillo fantástico español, tienden a tirarse a por el papel más cutre para compensar en cierta medida los elevados gastos fijos de la edición (maquetación, filmación de fotolitos, etc.).

Por otra parte, sobre todo a raíz de la crisis de precios de mediados de los ochenta, los comics se han venido imprimiendo en un papel muy cutre, con alta proporción de pasta mecánica en su composición. Quizá tenga algo que ver la percepción que de sus propios productos tenían los industriales del ramo: el comic era considerado como un producto de usar y tirar. Esto ha mejorado en muchos casos, pero cuando la tirada es pequeña la tentación de abaratar costes es demasiado fuerte.

Para evitar la degradación de vuestras colecciones, amiguitos, es importante que las protejáis de la luz solar directa y del aire (tampoco está mal controlar la humedad, añado, aunque no tenga relación con la lignina).

Además, como me hizo notar con agradecimiento el dibujante Javier Sánchez Aranda, si sois artistas es importante que tengáis en cuenta la lignina a la hora de elegir el papel. Para vuestros originales y reproducciones de calidad, pedid siempre papel de pasta química.

Novel, novella, novelette, story...


Como me ha recordado Ignacio Egea, hace cuatro años hice una pequeña investigación para un amigo de es.rec.ficcion.misc, el foro de Usenet sobre género fantástico. En su mensaje, el bueno de Manuel Marqués (que así se llama este gran compañero de newsgroup al que añoramos todos [ya no postea, por desgracia]), preguntaba por el significado exacto de varios términos ingleses relacionados con el mundo editorial: novel, novella, novelette, story... O, más precisamente, a qué extensión corresponde cada uno de esos términos que designan, como la mayoría de lectores sabréis, distintos tipos de narración según número de palabras.

Como Marqués preguntaba por los términos ingleses, mi explicación se orientó al ámbito anglosajón. Hela aquí:

* * *

Según la SFWA (Science Fiction Writers of America):

Short Story: menos de 7.500 palabras.
Novelette: entre 7.500 y 17.500 palabras.
Novella: entre 17.500 y 40.000 palabras.
Novel: 40.000 palabras o más.

No son medidas fijas. The Scriptorium, una página de recursos para escritores, utiliza unas parecidas pero no iguales:

Novel: Entre 45.000 y 150.000 palabras.
Novella/Novelette: Entre 7.000 y 40.000 palabras. Estos términos son empleados a menudo indistintamente, aunque las novellas tienden a ser más largas que las novelettes.
Short Story: Aproximadamente entre 2.000 y 7.500 palabras.
Short Short: Menos de 2.000 palabras.
Flash Fiction: También conocido como sudden fiction o micro fiction. Por debajo de 1000, 500, o incluso 99 palabras, dependiendo del mercado o las directrices de cada editorial (editorial guidelines o writer’s guidelines).

Ya veis que hay más clasificaciones aparte de las que define la SFWA.

Hay una obra de consulta muy influyente en EE.UU, A Handbook to Literature, de William Flint Thrall y Addison Hibbard, que establece diversas medidas para cada categoría. Aquí tenéis un artículo bastante interesante en el que se trata este asunto de las longitudes en literatura; está muy bien porque da una idea de lo arbitrario que es todo.

Según el artículo, tenemos:

Short story (cuento) - Entre 500 y 15.000 palabras; entre 12.000 y 15.000 se considera long short story (es decir, cuento largo). El mencionado manual indica que una novelette es «más larga que un cuento y más corta que una novela» (novel). Luego define para short novel una longitud de entre 15.000 y 50.000 palabras. Al autor del artículo le parece poco preciso, de modo que prefiere la definición del novelista John Gardner, para quien una novella debe tener entre 30.000 y 50.000 palabras. Las novels tienen más de 50.000 palabras, de acuerdo con diversas fuentes, que incluyen el manual ya citado y al escritor E. M. Forster, que dijo en 1927: «Toda obra en prosa de ficción que supere las 50.000 palabras será [considerada] una novela» (novel).

Hay una serie de términos que son virtualmente intercambiables: novella, novelette, nouvelle y short novel, pero no hay confusión que no resuelva la guideline, el documento con las directrices editoriales que cada casa tiene establecidas; los editores siempre dejan claro qué entienden ellos por cada cosa.
 
Esto de las directrices varía bastante y es muy importante para el autor estar “al loro”; siempre se recomienda enterarse de las directrices editoriales del medio al que se va a enviar un trabajo. En la mayoría de estos documentos, a modo de guía de instrucciones, se especifica incluso el método que se debe emplear para el recuento de palabras, a fin de que luego no haya problemas por unos dólares de más o de menos.

Un ejemplo es la guideline de Ellery Queen’s Mystery Magazine, una revista de misterio que trabaja casi con todo tipo de formatos, aunque su longitud preferida es de entre 2.500 y 8.000 palabras. Trabajan desde short novels (unas 20.000 palabras) hasta minute stories, de 250 palabras o menos. (Por cierto, esta revista paga entre 5 y 8 centavos por palabra.)

Existen sitios en la WWW donde se pueden consultar las guidelines de numerosas publicaciones. Por ejemplo, la Magazine Guidelines Database o el Writer’s Guidelines Directory. Así se puede enterar uno de cómo enviar un relato a Asimov’s Science Fiction o Analog, por poner dos ejemplos apetecibles de “la cosa nostra”.

* * *


 
Nota sobre el recuento de palabras: De la página ya mencionada, The Scriptorium, he traducido (a toda prisa) un texto que explica algunos de los métodos más conocidos. Obviamente, son válidos para textos en lengua inglesa, pero en español no debe de cambiar demasiado la cosa. Aprovecho para señalar que es una lástima que este tipo de material no se pueda encontrar en la red de habla hispana. A ver si alguien se anima. Bueno, ahí va:

«La mayoría de las obras de ficción se definen, en primer lugar y ante todo, por el número de palabras que contienen. Hay varias maneras de calcular el recuento de palabras, con diferentes ventajas y desventajas.

»Recuento del procesador de textos: Es el número que tu procesador de textos proporciona cuando le pides que realice un recuendo de palabras en tu documento. Es el modo más rápido y fácil de obtener un número, pero ojo: No todos los procesadores de texto están de acuerdo en qué es una palabra o como contarlas, y no todos los editores aceptan un recuento obtenido de ese modo. Además este método puede darte menos de lo debido, dependiendo de lo que tu procesador de textos entiende por una palabra. Se suele utilizar como una guía preliminar.

»Recuento por cálculo: No, no hace falta contar cada palabra para obtener ese número. Lo que se hace es contar los caracteres que hay en una línea normal, dividir ese número entre seis, contar el número de líneas de una página normal, multiplicar esos dos números, y multiplicar el resultado por el número total de hojas (incluyendo las que sólo están escritas parcialmente) para conseguir el número total de palabras. Redondea las centenas y... voilà!, tu recuento de palabras. Como estás contando caracteres y líneas, el espaciado y el tamaño y tipo de letra no importan. Esto se acepta generalmente como el método estándar para calcular el recuento de palabras de un documento.

»Recuento por cálculo (forma abreviada): Es la manera más fácil de obtener un recuento de palabras estándar, pero requiere que se den ciertos supuestos. Primero, debes usar una fuente de tipo Courier, con un cuerpo 12 aproximadamente, doble espacio y un margen de una pulgada alrededor de todo el folio. De todos modos, este es el formato estándar para enviar un manuscrito, así que no debería suponer ningún problema. Con este plan, puedes calcular unas doscientas cincuenta palabras por página, sencillamente las mismas que salían antaño cuando usábamos máquinas de escribir. Multiplica el número total de páginas por 250, incluyendo las escritas parcialmente, y ya tienes tu recuento. Deberías acercarte mucho al número obtenido mediante el segundo método, sin tanto contar letras y líneas.»

Ojo con el tercer método también, puesto que las palabras inglesas suelen ser de longitud algo más regular que las del castellano; no sé si funcionará bien en nuestro idioma; sería cuestión de probar a ver qué media sale. [VOLVER ARRIBA]