11.12.08

J. W. von Goethe, pionero de la psicología del color.



No me enorgullezco demasiado de mis logros como poeta. En mi época han vivido escritores creativos excelentes, los ha habido aun más brillantes antes de mí, y siempre los habrá después de mi tiempo. Pero de ser yo el único en mi siglo que conoce la verdad acerca de la teoría de los colores... ¡Eso es de lo que estoy orgulloso y lo que me da un sentimiento de superioridad sobre muchos [sabios]!

J. W. Von Goethe. Enthüllung der Theorie Newtons (Explicación de la teoría de Newton), segunda parte de Zur Farbenlehre (Teoría de los colores), 1810.



Johann Wolfgang von Goethe fue uno de los intelectuales más influyentes y de mayor prestigio de su época. Su impronta en la cultura alemana se percibe todavía en nuestros días.

Durante el último cuarto del siglo XVIII y el primer cuarto del siglo XIX, Goethe se entregó con una energía aparentemente inagotable a la búsqueda de la belleza y el conocimiento, dejando una profunda huella en la cultura germánica y europea. Goethe encarna el ideal romántico de intelectual anticipado ya por los maestros renacentistas, tan preocupado por la práctica de las artes como por su análisis y estudio, e igualmente apasionado por las letras y las ciencias.

Conocido sobre todo por su obra literaria, Goethe destacó en 1774 con su novela Las desventuras del joven Werther, y, sobre todo, con la primera parte de Fausto, su obra más famosa, terminada en 1806. Sin embargo, dedicó su tiempo a numerosas áreas y disciplinas, tanto artísticas como científicas y filosóficas, destacando en todas ellas. De sus variadísimos intereses, interesa aquí resaltar dos muy concretos, uno científico y otro filosófico, que se complementaron entre sí. Me refiero a su interés por la óptica y por la estética.

Fruto de este interés científico y estético por la luz y el color fue su libro Zur Farbenlehre (Teoría de los colores), escrito en 1810. Opuesto en muchos aspectos a la óptica newtoniana, que criticó duramente (causando no poca polémica en su tiempo), ha quedado parcialmente desacreditado por la física moderna, pero la importancia de sus muchos hallazgos ópticos no se puede minusvalorar, y algunas de sus explicaciones siguen vigentes hoy en día. De todos modos, no entraremos aquí a reseñar sus hallazgos científicos ni a explicar sus discrepancias, a menudo mal encaminadas, con Newton, sino que nos centraremos en sus consideraciones sobre la percepción, la psicología y la estética del color.

En Teoría de los colores, Goethe trata cuestiones difíciles de resolver, como la significación simbólica de los colores, con una prosa tan persuasiva que difícilmente puede uno dejar de concordar con sus opiniones. Mi profesor de estética en la UNED, Simón Marchán Fiz, insistía mucho sobre la falta o déficit de “valor de verdad” de las teorías estéticas, y concuerdo con sus enseñanzas, pero las conjeturas de Goethe son tan convincentes que uno casi se siente inclinado a aceptarlas como ciertas.

Goethe fue el precursor de la psicología del color. En su tratado se opuso a la visión puramente física y matemática de Newton, proponiendo que el color depende también, en realidad, de nuestra percepción, en la que se halla involucrado el cerebro, y de los mecanismos del sentido de la vista. Aquí hay que reconocer que el genio alemán se columpió bastante, ya que Newton sí que había prestado atención a estas cuestiones, a diferencia de los físicos contemporáneos del propio Goethe, contra los que podría haber arremetido con más razón. Pero, aún así, sus comentarios al respecto revisten un gran interés.

De acuerdo con sus teorías, lo que vemos de un objeto no depende sólo de la materia que lo constituye, ni tan sólo de la luz tal como la entendió Newton, sino que depende de una tercera variable que es nuestra percepción del objeto. El problema a tener en cuenta aquí es la subjetividad inherente a la percepción individual. Goethe intentó deducir las leyes que rigen la armonía de los colores, atendiendo a sus efectos fisiológicos —es decir, al modo en que los colores nos afectan en tanto que seres vivos, organismos que responden a estímulos—, haciendo hincapié, en general, en el aspecto subjetivo de la visión. Este concepto ha tenido una gran trascendencia y sigue siendo válido hoy en día.

Artistas, filósofos, psicólogos y científicos han estudiado los efectos del color durante siglos, desarrollando multitud de teorías sobre el uso del color. El número y variedad de tales teorías demuestra que no pueden aplicarse reglas universales: la percepción del color depende de la experiencia individual. Esto entronca con mi referencia anterior a Simón Marchán Fiz, sobre la falta de verdad en la estética. Pero, como digo, Goethe es muy convincente, y para muchos sigue siendo una referencia. Incluso sus detractores actuales le deben mucho. Por ejemplo, Eva Heller arremete en su famoso libro Psicología del color: Cómo actúan los colores sobre los sentimientos y la razón (editado por Gustavo Gili) contra las “obsoletas” asociaciones establecidas por Goethe, pero al mismo tiempo su obra es deudora de las ideas del alemán, en tanto que reconoce la importancia simbólica de los colores, insiste en la relación no casual entre determinados colores y sentimientos, en su universalidad, etc.

Siendo así que la percepción del color depende de cada cual, y teniendo cada uno sus propias preferencias y gustos en materia de colores, es difícil negar que todos percibimos, en mayor o menor medida, reacciones físicas ante ciertos colores, sensaciones como la de frío en una habitación pintada de azul claro o la de calor en otra pintada de naranja, amarillo y rojo.

Los colores cálidos estimulan la mente, alegran y hasta excitan, mientras que los colores fríos aquietan el ánimo; los negros y grises pueden resultar deprimentes, mientras que el blanco refuerza los sentimientos positivos.

Aunque estas sensaciones son puramente subjetivas y dependen de la percepción de cada cual, las investigaciones de Goethe y de seguidores suyos como Wittgenstein, por ejemplo, vinieron a demostrar que son comunes a la mayoría de los individuos, y están determinadas por reacciones inconscientes de estos, así como por asociaciones inconscientes de estos colores con determinados fenómenos físicos.

Goethe creó un triángulo con tres colores primarios: rojo, amarillo y azul (no se había afinado aún la síntesis aditiva hasta el punto de identificar con exactitud los verdaderos primarios: magenta, amarillo y cian). Utilizó este triángulo para trazar un diagrama de la psique humana, relacionando cada color con una emoción determinada.


En el triángulo original de Goethe, los tres primarios están situados en los vértices del mismo; las otras subdivisiones están agrupadas en triángulos secundarios y terciarios, donde los triángulos secundarios representan la mezcla de los dos colores primarios que están a su lado, y los colores del triángulo terciario representan la mezcla del color primario adyacente a él y el triángulo secundario que está directamente enfrentado a él.

Para Goethe era de la mayor importancia comprender las reacciones humanas al color, y su investigación marca el inicio de la psicología moderna del color. Goethe creía que su triángulo era un diagrama de la mente humana y conectó cada color con ciertas emociones. Por ejemplo, asoció el azul con el entendimiento y la razón y creía que evocaba un estado de ánimo tranquilo, mientras que el rojo evocaba un estado de ánimo festivo y sugería la imaginación. Goethe escogió los primarios, rojo, amarillo y azul, basándose en su contenido emocional, así como también en los fundamentos físicos del color, y agrupó las distintas subdivisiones del triángulo por “elementos” emocionales y también por niveles de mezclado. Este aspecto emocional de la disposición del triángulo refleja la preocupación de Goethe por que el contenido emocional de cada color fuese tenido en cuenta por los artistas.






AZUL: Es el color de la inteligencia, la sabiduría, la reflexión y la paciencia. Induce al recogimiento, proporciona una sensación de espacio abierto, es el color del cielo y el mar en calma, y así evoca también paz y quietud. Actúa como calmante, sosegando los ánimos e invitando al pensamiento.

ROJO: Está relacionado con el fuego y evoca sensaciones de calor y excitación. Es el color de la sangre y el fuego, el color de Marte, símbolo de la violencia, de la pasión sensual; sugiere acción, impulso; es el color del movimiento y la vitalidad. Aumenta la tensión muscular, activa un cierto estado de alerta en el cerebro.

AMARILLO: Es el color del Sol. Para Goethe posee una condición alegre, risueña, es el color del optimismo. El amarillo tiene las cualidades del sol, es el color del poder y la arrogancia, pero también de la alegría, el buen humor y la buena voluntad; es un color estimulante.

VIOLETA: El violeta es el color de la madurez y la experiencia. En un matiz claro expresa profundidad, misticismo, misterio, melancolía, es el color de la intuición y la magia; en su tonalidad púrpura es símbolo de realeza, suntuosidad y dignidad.

NARANJA: Mezcla de amarillo y rojo, tiene las cualidades de ambos, aunque en menor grado. Para Goethe es el color de la energía, un color para temperamentos primarios, que gusta a niños, bárbaros y salvajes porque refuerza sus tendencias naturales al entusiasmo, al ardor, a la euforia...

VERDE: El verde significa la llegada de la primavera, simboliza la juventud y la esperanza. Por ser el color de la naturaleza, de los prados húmedos, sugiere aire libre y frescor; este color es reconfortante, libera al espíritu y equilibra las sensaciones.

En estos seis colores se comprenden toda la enorme variedad de matices que pueden ser obtenidos por las mezclas entre ellos y también por la de cada uno de ellos con el blanco o el negro; cada una de estas variaciones participa del carácter de los colores de los cuales proceden, aunque con predominio de aquel que intervenga en mayor proporción.

Personalmente, a pesar de no estar convencido de la universalidad de estas reacciones, que en muchos casos son de índole cultural y fruto de la tradición histórica, como explica la ya mentada Eva Heller en su Psicología del color, me he guiado en general por las conjeturas de Goethe, que han tenido una gran influencia en el mundo del arte (recordemos, como ejemplo, las pinturas de Turner, que se guiaba por los principios establecidos por el sabio alemán). Recientemente he tenido ocasión de ponerlas en práctica con un trabajo que, además, venía al pelo para ello: el imagotipo de la Sociedad Cántabra de Filosofía (SoCfia). La autoridad de Goethe sigue muy vigente en los círculos filosóficos, así que la referencia a sus teorías como apoyo de mis elecciones estéticas no fue sólo fruto de la costumbre personal, ya que elegí usarlas como referencia general hace varios años, sino una acción deliberada con vistas a ganarme el favor del jurado:


Para el color predominante en el isotipo se ha elegido un azul; según Goethe, el color de la sabiduría y la paciencia.

Dentro del ojo izquierdo se ha incluido un lábaro cántabro de color púrpura, un color asociado a Cantabria en el mismo fondo del antiguo estandarte cantabrum. En la psicología del color, se asocia asimismo a la sabiduría pero también a la intuición y la espiritualidad. El mismo color ha sido utilizado para el logotipo.

Así, la elección de los colores no es casual, sino que refleja una combinación de conceptos que conforman la esencia de la filosofía desde sus inicios.

10.12.08

A la venta "Bebés jugando con cuchillos", de Santiago Eximeno.


Desde hace unos días podéis ya comprar esta jugosa antología de ciencia ficción, terror y fantasía de uno de los mejores cuentistas fantásticos españoles (con cubierta diseñada por un servidor, por cierto). Y baratita de precio, además: menos de 10 euros. Una relación calidad-precio muy difícil de mejorar (hoy en día, tal como está el fantástico en España, imposible; bien por el editor).

Edita AJEC y se puede conseguir, entre otros sitios, en Cyberdark.

Yo me “enamoré” de los cuentos de Eximeno con uno de los relatos de la antología, Origami, que leí en el tren de camino a Getafe para asistir a la HispaCon 2003, y que se llevó el premio Ignotus, votado allí por los asistentes. Una auténtica joya, en serio.

En cuanto al libro en sí, por la parte que me toca, estoy muy satisfecho con cómo ha quedado. Al final Raúl se ha decidido, como yo le aconsejaba, por un plastificado brillante que le da más profundidad al negro y resalta los colores; una buena elección de la que me congratulo. Además, la cubierta está francamente bien impresa, los hendidos bien hechos, el lomo bien centradito..., en fin, un buen trabajo.

Lo único que me da rabia es que hasta el lunes que viene no podré empezar a leerlo. Tengo muchas ganas, pero el viernes tengo un examen importante y el fin de semana... Uf...

Ya os contaré lo del fin de semana cuando haya terminado. (¡Si sobrevivo!)

12.8.08

«Bebés jugando con cuchillos», mi segunda portada.


Bebés jugando con cuchillos es una antología de relatos de Santiago Eximeno que está cerca de salir editada por el Grupo Editorial AJEC. Saldrá al mercado, creo, a finales de verano o comienzos de otoño. A pesar del aspecto de la cubierta, en esta antología no hay sólo cuentos de terror, sino también de ciencia ficción y de otros géneros, según tengo entendido.

Tengo muchas ganas de leerlo; desde que leí Origami (cuento ganador del Ignotus en la Hispacon de Getafe de 2003), Santiago Eximeno es uno de mis cuentistas favoritos del panorama literario español en general. Os podéis imaginar la ilusión que me hizo el encargo de diseñar la cubierta de este libro.


La idea me la dio Santi, que tenía muy claro lo que quería (¡así da gusto!); yo añadí a su concepto la decoración sanguinolenta y los elementos del fondo (amén de componerlo todo, claro). ¿Mola, eh?

20.6.08

Portadas para Marc R. Soto.


Se me ha olvidado comentar (no sé cómo) que por fin metí el pie (o la pata, depende de cómo se mire) en el mundillo editorial español del fantástico a través de mi colaboración con AJEC para el diseño que adorna la primera de cubierta de “El hombre divergente”, de Marc R. Soto.

Se trata de una estupenda antología con una estructura de fix-up (para entendernos, cuentos enlazados, un poco al estilo de “El hombre ilustrado” de Ray Bradbury) llena de inquietantes ficciones que a buen seguro harán las delicias de los lectores aficionados al terror y la fantasía oscura. Y con un plus para los habitantes y conocedores de esta tierra cántabra que nos ha visto nacer al autor y a mí, ya que la imaginación de Marc está en este libro ligada al territorio en una forma que recuerda a la querencia de Stephen King por su querido estado de Maine y sus lugares. Algo que contribuye decisivamente, al menos en mi caso y supongo que en el de todos mis paisanos, a la “suspensión de la incredulidad”, como llamaba Coleridge a ese efecto peculiar que la buena narrativa es capaz de ejercer sobre un lector receptivo, elevando su umbral de credulidad y llegando a anular la conciencia de que lo que está leyendo es una ficción.

Recomiendo encarecidamente “El hombre divergente”. Tiene una estupenda relación precio-calidad, además, cosa que en estos tiempos que corren nunca está de más; en tienda.cyberdark.net se puede conseguir por menos de 10 €.

Bueno, a lo que iba: aquí tenéis la “portada”:


Concebí la imagen como un juego de dualidades, como los cuentos de Marc, a partir de un guiño a Sushi, uno de los relatos del libro. Para empezar, es una naturaleza muerta, algo que me apetecía resaltar. Pero luego tenemos la fría carne de la dorada (pescado elegido adrede por su nombre femenino) contra la calidez de la madera, lo masculino contra lo femenino, el azul contra el rojo...

Todo ocurrió por iniciativa de Marc, que quería una ilustración para una especie de “edición especial” de su novela corta “Mosquitos” (incluida, por cierto, en “El hombre divergente”). Resulta que en lulu.com puedes hacer cortísimas tiradas en impresión digital de alta calidad a un precio asequible con la encuadernación que quieras, con un acabado profesional. Abordé el asunto con ilusión y después de jugar con varias ideas (una de las cuales finalmente aproveché en los bocetos presentados a AJEC para “El hombre divergente”), se quedó con esta ilustración:


La verdad: no sé exactamente cómo conseguí dar ese aspecto a la ilustración original de Jan Swammerdam, que podéis ver a continuación:


Simplemente me dejé llevar por el PhotoShop. Supongo que cuando ya comienzas a dominar una herramienta es cuando puedes empezar a dejarte llevar por la experiencia e improvisar. Sé que estoy lejos de dominar PhotoShop, pero cada vez me siento más cómodo con ello y le voy sacando más jugo.

Luego hice el primer boceto para “El hombre divergente”, por pura afición, sin que se hubiese hablado aún de la posibilidad de que yo me encargase del asunto:


Cambiando a la muchacha de la foto original (“Girl In The Mirror”, de DitB) por una forma más masculina, podría dar el pego.

El original es este:


Una foto estupenda, ¿verdad?

Luego hice estos otros, algunos más en serio que otros:





Y este es el que recuperé de “Mosquitos”, homenajeando (al principio, sin darme cuenta) al genial portadista de Alianza, el santanderino Daniel Gil:



4.6.08

Contento con mi trabajo


Para cerrar el curso, el departamento de Artes Gráficas del IES La Albericia, donde estudio para sacarme el título de técnico superior que tanta falta me hace, está organizando una exposición con material de los alumnos y he tenido la satisfacción de ver mis dos carteles, los dos, seleccionados para el panel correspondiente a la cartelería, cuyo diseño también se me ha encargado.


Este, dedicado al gran creador Chema Madoz, lo hice a principios de curso. Más adelante lo arreglé un poco más. Me lo tomé como un encargo profesional y me esmeré, sobre todo con la tipografía. De todos modos, se puede ver una foto repetida. Nunca dejo de ver errores así cuando el trabajo ya está impreso; menos mal que, por lo general, nadie más se da cuenta. :-))


Este lo hice después de una visita al Guggenheim y el mérito es mayormente de Roy Lichtenstein, claro. Yo me limité a vectorizar el cuadro original y me centré nuevamente en la tipografía, tratando de que las proporciones fueran armónicas y que la jerarquía quedase clara. En este trabajo también hice una “pequeña” cagada, esta vez a la hora de dar color al diseño: olvidé cambiar el negro de la tipografía y también de algunas partes del dibujo, con lo que el negro no se imprimió correctamente; sólo la mancha más grande tenía el negro enriquecido que debía tener. Me consuela el hecho de que, en un estudio, se habría detectado mi error en la primera prueba de impresión, sin generar apenas pérdidas, pero este tipo de fallos hieren mi orgullo. Lo positivo es que siempre aprendo de ellos y es difícil que se repitan, aunque siempre puedo tener despistes. Y este es el momento de cometer errores; mejor durante los estudios que en el estudio, valga la “rebuznancia”.


Para el panel de la exposición he tenido que cambiar la retícula proporcionada por el departamento (de 6 por 10 módulos), añadiendo una fila (6x11)... Y después me la he pasado por el escroto para poder colocar dos carteles apaisados en la parte inferior. Bueno, el “profe”" ha dado el visto bueno. Lo demás ha sido cuestión de copiar y pegar. Esta mañana lo hemos tirado con el plotter y mañana lo pegaremos al cartón pluma. Hemos comprado un spray de adhesivo removible de la marca 3M, que nunca he probado; veremos si es verdad eso de “removible”.

19.4.08

Magenta Power


Magenta Power, originalmente cargada por Jean Mallart.

Pink says: I'M MAGENTA AND I'M PROUD!

Más información aquí (en PDF).

Antes y después (II)


Antes y después (I), originalmente cargada por Jean Mallart.

Mi madre creía que la estaba vacilando cuando le aseguré que podía recuperar el color y la luminosidad de esta foto tomada en el jardín de mi abuela en Rivery (Somme, Francia). Sigue teniendo alguna dominante, pero bueno...

Mi madre es la chica del poncho, sentada en un banco; en el centro está "mémé Miyenne" (mi abuela, Émilienne Wasse) y al otro lado está mi tía Monique. La imagen debe de haber sido tomada hacia 1969.

11.4.08

Ojos rojos (2)


Hace unos meses os expliqué un truco eficaz pero un tanto engorroso para corregir los “ojos rojos”. Ahora os mostraré una manera mucho más sencilla de obtener un resultado parecido.

Como siempre, lo primero es localizar el problema:


A continuación crearemos una capa nueva sobre el fondo original:



Y la pondremos en modo Color:



A continuación nos aseguraremos de que el color frontal está configurado en negro y seleccionaremos el pincel poniéndole un diámetro igual al de la enrojecida pupila de la imagen. Y pintamos encima. El negro, en modo color, desatura:


Repetimos con el otro ojo y duplicamos esa Capa 1, poniéndola en modo Superponer. A continuación podemos modificar la opacidad de esta nueva capa a nuestro gusto. Et voilà:


Ya sólo queda acoplar la imagen (menú Capa > Acoplar imagen).

31.3.08

Firmando, me paso el día firmando...


Esta tarde he sacado una foto a un viejo óleo mío para colgarlo en mi otro blog y cuando lo estaba preparando en Photoshop me he dado cuenta de un detalle: ¡Le faltaba mi firma! Obviamente, eso no se podía colgar así.

Lo he solucionado en un periquete de manera bastante sencilla; claro que, como siempre, puede haber otros métodos igual de buenos y eficaces. Es una de las múltiples bellezas de esta maravillosa herramienta gráfica: su gran ductilidad.

(Una cosa a tener en cuenta es que este método vale para colocar una firma oscura sobre un fondo más claro. Para lo contrario habría que buscar otra manera.)

¿Qué he hecho? Lo primero ha sido coger un rotulador negro un poco mochado y firmar en una hoja en blanco. Luego la he colocado en el escáner.

Y ahora viene lo bueno:

Abro con Photoshop la foto con el óleo que quiero firmar (voy a mostraros detalles para que lo apreciéis mejor):


Luego voy al menú Archivo > Importar y elijo mi escáner. Lo configuro con una resolución muy alta, en este caso 1200 ppp, y tiro para adelante. En otra ventana de Photoshop aparece la imagen de mi firma, que procedo a corregir en su luminosidad de modo que el negro sea negro y el blanco, blanco:


Selecciono toda la imagen de la firma, le doy a copiar, vuelvo a la imagen del cuadro y pego encima, escalando si es necesario (con esa resolución es fácil que sí) y colocando la firma en su lugar:


Acto seguido, cambio el modo de capa de la firma a Multiplicar y ya está:


Sólo resta acoplar y enfocar al gusto (para óleo me gusta el método Margulis).

Apis

27.3.08

Parece pintado por un niño de tres años...


Recordando los tiempos en que sólo yo y cuatro gatos más sabíamos (en España) qué eran las Teenage Mutant Ninja Turtles (yo, gracias a una revista americana de rol que compré en París, en una tiendecita que había en los bajos de la catedral de Nôtre Dame, hace millones de años [1985]).


El que sabe, sabe.


Bien por Fox, que en unos minutos de dedicación casual ha dado casi en el clavo. Ahí va la muestra que he mencionado en los comentarios de su propia entrada en su blog:


24.2.08

Cartel para la exposición "Art in the USA" del museo Guggenheim-Bilbao.



Es un ejercicio; no es que el museo me lo haya encargado (¡ya me gustaría!).

Está basado en un famoso cuadro de Roy Lichtenstein, que está en la exposición, sólo que he cambiado el gruñido del perro para que en vez de Grrrrrrrrrrr!! diga Arrrrrrrrrrrt... :-)

Por cierto, recomiendo la exposición totalmente. Quizá un poco escasa en la parte del siglo XX pero, aún así, estupenda.

Mi monograma (JFdPM)


Mi monograma (JFdPM), originalmente cargada por Jean Mallart.


Mi símbolo corporativo, je je, es este monograma. La primera versión data de cuando yo era un crío; no recuerdo exactamente cuándo lo diseñé pero debía de tener unos trece años, así que hace bastante más de veinte. Yo hice el rough y mi madre lo realizó en témpera de color cian, con una especie de filete azul que se fundía con el relleno; quedó muy chulo (mi madre era una artista; digo "era" porque sufrió una grave quemadura en la mano de dibujar y no ha vuelto a coger un lápiz más que para hacer la lista de la compra y llevar la contabilidad familiar; una verdadera tragedia).

Esta versión todavía se parece a la primera en la mitad izquierda, aunque yo entonces le puse unas serifas con forma de cabeza de hacha que en esta versión han desaparecido.

Navegando (01)


Navegando (01), originalmente cargada por Jean Mallart.

Saqué esta foto de la Playa del Puntal vista desde el agua en una de mis primeras sesiones con la Lumix, navegando con mi amigo Carlos, su novia Verónica y su agradable grupete de colegas, en septiembre de 2007, por la bahía de Santander. Le he tocado la luz y he intentado darle un toque setentero al color; así me recuerda los años en que iba con mi abuelo a esa playa.

Quería que el velero quedase más arriba en la diagonal, pero el muy jodío se movía. :-))

Amanecer (03)


Amanecer 03, originalmente cargada por Jean Mallart.

18 de febrero, otra vez en la zona del Hospital. He reducido el ruido ISO y he corregido un poco la perspectiva. A ver si consigo ya la reflex y puedo librarme de ese grano...

19.2.08

CS2, CS3, CS... X...


Ya me han dicho un par de veces, al ver los tutoriales de Photoshop que he colgado aquí, que las mismas cosas se pueden hacer con un par de clicks en la última versión. Sí, ya lo sé. Siempre hay una última versión que hace más cosas con un par de clicks. Pero la filosofía de estas explicaciones es que las tareas se puedan llevar a cabo con cualquier versión de Photoshop.

Yo tengo en casa instaladas dos versiones diferentes. Tengo la versión 7, que ya es casi una antigualla, y la versión CS3. ¿Qué os creíais, que hago mis trabajos con una antigualla? Pues no. Pero en general sigo utilizando los mismos métodos.

Por ejemplo, las últimas versiones de Photoshop corrigen el ruido ISO, cosa que la versión 7 no hace. Pero la verdad es que no lo hace demasiado bien. Da el pego si no te importa que los píxeles queden un poco machacados, pero si quieres un buen resultado tienes que hacerlo “a la antigua usanza”, en modo LAB, aplicando desenfoque gaussiano sobre cada canal de color.

Si queréis que os explique cómo se hace lo mismo en la última versión del software de turno, me lo decís en los comentarios y contestaré, pero voy a seguir igual.

13.2.08

Ruido ISO (t.c.c. ruido de color, ruido digital...)

El otro día comenté con un amigo que había un truco bastante bueno para mitigar el ruido ISO de una fotografía digital. En realidad trucos hay varios y están todos bien, pero este que os voy a contar ofrece un resultado bastante bueno con un esfuerzo mínimo. Por supuesto, hay herramientas específicas para lidiar con este problema, pero nosotros usaremos, como siempre, PhotoShop.

Vamos a ver un ejemplo:


Es una foto realizada esta misma mañana, a propósito para esta explicación. Bajé un poco las persianas y desactivé el flash de la cámara para sacar la foto. Las cámaras compactas suelen ajustar automáticamente la sensibilidad, elevándola para captar más luz. Esta suele ser la causa de que aparezca el dichoso ruido ISO en las fotografías realizadas con este tipo de máquinas. Veamos un detalle (pinchad en la imagen para apreciar el ruido como es debido; se abrirá en otra pestaña u otra ventana):


Como veis, se aprecian claramente una especie de gránulos rojizos y verdosos por toda la imagen. Una cosa es que la foto salga con "grano", un ruido prácticamente inevitable en fotografía digital por la propia naturaleza de la captación de las imágenes y los algoritmos de compresión empleados en muchas máquinas, entre otros factores (no vamos a meternos en profundidades de número y tamaño de los fotositos, dither, paletas optimizadas y demás; basta con que tengáis claro que cierto nivel de ruido es normal en fotografía digital). Y otra muy distinta es que salgan colores raros que no pintan nada.

Normalmente este ruido surge en condiciones de luz escasa, o por un ajuste inadecuado de la sensibilidad (ISO), o porque los componentes del sensor CCD, los fotositos, son de un tamaño inadecuado para procesar la imagen en esas condiciones... Hay varios motivos posibles.

Lo que nos importa es cómo minimizar este ruido y para ello hay, como digo, varios métodos útiles, más o menos farragosos. Hace poco aprendí uno muy rápido y eficaz que ha sustituido el que venía utilizando en la mayor parte de los casos (el resultado es idéntico pero el método es más elegante y rápido).

Es muy fácil. Abrimos la foto en PhotoShop y, si lo creemos necesario, ajustamos la luminosidad cambiando los niveles o las curvas, como prefiramos. Para no complicarlo, voy a usar el ajuste de niveles que expliqué en una entrada anterior. Vamos a Imagen > Ajustes > Niveles (o pulsamos Ctrl+L en el teclado, que es lo que hago yo), y ajustamos:





Ahora vamos al truco en si. Primero hay que aplicar un filtro de desenfoque gaussiano:


Naturalmente, antes de nada ponemos el radio al mínimo:


Desenfocamos hasta que los pixeles inadecuadamente coloreados se nos hagan indistinguibles:


Y pulsamos “Aceptar”.


Ahora el segundo y último paso: vamos al menú Editar > Transición de desenfoque gaussiano (o pulsamos Ctrl+Shift+F)...


...y nos sale esta ventanita:


Cambiamos el modo “Normal” por “Color”...


Y aceptamos. Voilà!


Sigue teniendo ruido, por supuesto, pero no es ese ruido tan desagradable de antes.

Antes y después... Mierda de foto:


Niveles:


Reducción de ruido ISO:



Quizá en otra entrada, dependiendo de cómo vaya mi procrastinación, os enseñe cómo reducir un poco el “grano” en si.

El truco, todo hay que decirlo, se debe a dos “monstruos” del PhotoShop, Jim DiVitale y Kevin Ames, dos de los mayores expertos del mundo en el manejo de esta herramienta. Los aplausos, para ellos.