30.8.05

Reparar libros dañados (I)


Rústica

Antes, los libros en rústica no estaban pensados para perdurar. Eso está cambiando poco a poco, afortunadamente (aunque a costa de un aumento de los precios). Las cubiertas de frágil cartulina dan paso, poco a poco, a papel laminado con capas de PVC atóxico, antiarrugas, resistentes, duraderos y lavables; las colas utilizadas para pegar la cubierta al libro son cada vez mejores, más flexibles y perdurables; el papel tiene menos proporción de pulp y cada vez se recurre más al cosido en los formatos medianos (Bibliópolis, por ejemplo), en detrimento del fresado y encolado de hojas sueltas.

Pero muchos aficionados al género fantástico nos vemos “forzados” a menudo, por la escasa oferta y la infrecuencia de las reediciones, a comprar libros viejos, de segunda mano, para llenar nuestros estantes. (Los asiduos de las bibliotecas públicas que no sienten esa compulsión por encontrar alimento para The Pila --ese monstruo voraz, competidor ecológico de novias y trabajos--, que no atesoran libros en sus casas hasta que no queda sitio para más estanterías y entonces empiezan a trasladar lo que no sea de género fantástico al garaje, empezando por la carísima y obsoleta enciclopedia del salón..., pueden darse por no aludidos.)

Problemas que se suelen encontrar: Cubierta rasgada por las uniones con el libro (tiene diversas soluciones, bastante sencillas, dependiendo de su estado), cubierta despegada (fácil de solucionar), libro partido por el lomo (no tan fácil como parece; requiere cirugía mayor), errores de encuadernación (pasa a menudo en saldos; requiere cirugía mayor), burbujas de aire entre la cubierta y el lomo (sencillo de solucionar).

Hoy empezaremos con los lomos partidos.

Caso 1: Cubierta en rústica, libro fresado y encolado.

Recientemente, en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, conseguí Muerte de la luz, de George R. R. Martin, en edición de Edhasa (Nebulae Ciencia Ficción nº 38), por 5 euros. No es barato, creedme; el libro estaba en un estado lamentable. Hace cinco años se habría vendido por un euro. En fin.

Es una edición de bolsillo muy básica, de 1979; es difícil que pudiera abaratarse más (difícil, no imposible). Cubierta de la cartulina más simple, sin estuco, sin la menor protección (ni siquiera una capa de barniz, no hablemos ya de laminarla), en tres colores básicos (sin contar con el blanco del papel, rojo, azul y negro) libro fresado y encolado, papel pulp, letra pequeña. Un punto positivo: los blancos (bordes de las páginas sin imprimir) no son tan pequeños como llegarían a ser poco después (recordad los Ultramar de bolsillo a mediados de los 80, en pleno apogeo de la crisis papelera), lo cual puede ser estupendo si se hace necesario rebajar los bordes.

Después de 26 años, la cubierta estaba muy deteriorada, doblada, blanda por el continuo sobeteo, rayada y destintada (Edhasa no usó barniz ni laminaron la cubierta, omisión habitual a finales de los 70 y principios de los 80 en este tipo de ediciones de bolsillo, para abaratar el coste), desgastada por el lomo en cabeza y pie (arriba y abajo). Además, el lomo estaba partido por debajo de la cubierta, en dos sitios. Esto ocurre porque a) la cola va perdiendo propiedades con el tiempo y se vuelve rígida y quebradiza, b) porque es de mala calidad y se vuelve rígida y quebradiza demasiado pronto o b) porque no es la más adecuada para pegar libros y se vuelve rígida y quebradiza nada más fraguar (otra vez Ultramar).

Necesitamos: Cola blanca para papel (preferentemente de la que se utiliza en imprentas offset; la cola blanca para carpintería también vale, siempre que sea flexible); pegamento de contacto flexible, tipo Supergen (si lo tenéis transparente, mejor, aunque no es imprescindible); una tira de pegatina blanca de 25x5 cm; agua; un pincel de cerdas del número 8 (aproximadamente) y una brocha pequeña (no más de 5 centímetros de anchura); una prensa (vale con dos listones de madera y un par de sargentos o mordazas) y un recipente para la cola.

1. En un recipiente haremos un cóctel de cola blanca y agua (mezclado, no agitado) al 50%, cola light. :-)

2. Se separa la cubierta del libro, con cuidado, usando la punta de una navaja afilada o un bisturí (yo tengo un juego para montaje de fotolitos que uso para estas cosas).

3. La parte interior de la cubierta, en la zona del lomo, tendrá probablemente laminillas o virutas de papel sueltas, o trozos de cola endurecida. Hay que retirar la cola que pudiera quedar adherida y luego, con el pincel mojado en cola light, alisar la superficie cuidando de no salirse del lomo. Una vez seco, adaptaremos la tira de pegatina al tamaño del lomo, dejando que sobresalga un centímetro por cada lado. A continuación, con cuidado, recuperaremos los dos dobleces verticales de la cubierta. Una manera segura de hacerlo es marcar la línea previamente con ayuda de una regla y una punta roma (yo le guindé una aguja de hacer ganchillo a mi madre y va de fábula).

En este caso, la cabecera y el pie del lomo estaban bastante deteriorados. Tras pegar la tira de refuerzo, por el exterior se veía asomar el lado adherente. Hay varias maneras de afrontar esto; yo me he decidido por la más radical, teniendo en cuenta el estado general de la cubierta: recortar con unas tijeras siguiendo la forma del borde.

Hay soluciones más complicadas y laboriosas. En el futuro, pretendo reemplazar la cubierta por una nueva, “pirateada”, impresa de nuevo en flamante cartulina especial, así que no me he molestado demasiado.

Hay que apretar bien la pegatina y recortar lo que sobresalga.

4. El libro. Hay que procurar retirar toda la cola vieja. Lo mejor, como está fresado y encolado, es ir arrancando “libritos” de 10 o 15 hojas (con cuidado de no rasgarlas); luego se arrancan las hojas (idem), retirando los trocitos de pegamento viejo que pueda quedar adherido a ellas. Una vez separadas y ordenadas (cuidado con esto) se airean y alinean bien.

5. Se coloca el libro en la prensa (dos listones de madera apretados con sendos sargentos), con el lado del lomo sobresaliendo unos centímetros (cuidando de que los bordes estén bien alineados y en un ángulo de 90 grados), bastante prieto (fig 1).

6. Se dobla el libro hacia un lado para escalonar las hojas y se aplica cola light con la brocha, teniendo cuidado de no manchar (fig 2). Luego se encola por el otro lado (fig 3). Para terminar, se vuelve a erguir las hojas y se aprietan bien a todo lo largo del lomo (fig. 4), con paciencia, prestando atención a las hojas exteriores para que no queden sueltas. Luego podéis usar unas pinzas de plástico (nunca de madera) para mantener el libro unido.




















7. Una vez seco el lomo, ya se puede sacar de la prensa. Es el momento de unir el libro a su cubierta. Con cuidado de no salirse y no manchar, aplicaremos el pegamento de contacto en la parte del lomo del interior de la cubierta. No hace falta mucho; basta con una capa no demasiado fina. Luego aplicamos pegamento de contacto sobre el lomo del libro, cuidando que penetre bien; aquí podemos usar más, pero tampoco hay que pasarse.

Hay que consultar las instrucciones del pegamento. La inmensa mayoría exigen un tiempo de secado de ambas partes antes de unirlas. Normalmente es de un cuarto de hora.

8. Ahora llega el momento de la verdad. ¡Atención! ¡Cuidado con no colocar la cubierta al revés! Parece una tontería pero ya me ha pasado un par de veces y mis juramentos se podían oír desde el pueblo vecino. Pegar con mucho cuidado para que encaje bien. Luego conviene golpear una superficie firme y lisa con el canto del libro, para “asentarlo”.

9. Si os ha quedado muy desigual, siempre podéis ajustar los bordes con una guillotina; preguntad en una imprenta a ver si os pueden hacer el favor de rebajar un poquito los bordes. :-))

10. Aconsejo dejar pasar al menos 48 horas antes de abrirlo para leer.